Repensar la “ciudad verde”: qué árboles se deberían plantar hoy

La Plata nació con un patrimonio forestal único. Pero pasaron más de 137 años y algunas de las especies ya no encajan en el actual entorno. Qué criterios deben seguirse a la hora de reforestar.

La Ciudad prácticamente nació con un formidable y muy variado arbolado urbano. Ese patrimonio se convirtió en motivo de orgullo para sus habitantes y en una de las principales huellas identitarias de La Plata. Pero pasaron más de 100 años. Y así como se multiplicó el cemento, se extendieron los barrios periféricos al diseño original, apareció y creció hasta el “infinito” el parque automotor y, desde ya, la población, el clima -mundial y local- dio un giro de 180 grados. En ese contexto, vale preguntarse si, a la hora de reforestar, hoy en día es necesario pensar en determinados tipos de árboles; sobre todo, para las veredas y ramblas. Consultados al respecto, los ingenieros agrónomos Pablo Frangi y Pablo Sceglio y el ingeniero forestal Luciano Roussy, docentes e investigadores de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la UNLP, comenzaron por dibujar el mapa global en que se inserta la Ciudad actual. “En el último siglo se produjo, en casi todo el mundo, una migración significativa de población hacia las áreas urbanas”, indicaron, para citar datos de las Naciones Unidas que afirman que “en la actualidad, el 55 por ciento de la población global vive en zonas urbanas, y en el 2050 llegará al 68 por ciento”. “Los eventos climáticos extremos (por caso, tormentas severas) constituyen uno de los efectos del cambio climático que impactan en las áreas urbanas. Ello incluye olas de calor, sequías, vientos fuertes, lluvias torrenciales e inundaciones”, apuntaron, y se preguntaron: “¿Qué acciones se pueden tomar en las ciudades para mitigar esos efectos?”. El arbolado urbano ayuda de muchas formas a mitigar los efectos del cambio climático Pablo Frangi hizo notar que “la respuesta no es única, pues así como el cambio climático es multifactorial, las acciones para mitigar sus efectos también son variadas”. Su colega Pablo Sceglio fue al hueso: “En este sentido, puede realizarse un aporte significativo desde la gestión del arbolado urbano”. “Los árboles contribuyen de múltiples formas, prestando servicios ambientales y sociales”, señaló el ingeniero forestal Luciano Roussy. Y los tres especialistas enumeraron: “Reducen el efecto urbano de isla de calor; prolongan la vida útil del pavimento merced al sombreado; retienen partículas contaminantes en sus hojas, mejorando la calidad del aire que respiramos; absorben dióxido de carbono, que es uno de los principales responsables del efecto invernadero junto con el metano y el óxido nitroso; también retienen parte de la carga de agua de lluvia en sus follajes, y propician la infiltración del agua en el suelo, y reducen el viento en superficie, sólo por citar algunos beneficios del arbolado urbano”. Como beneficios adicionales -por llamarlos de algún modo- los árboles incrementan el valor inmobiliario, generan espacios de esparcimiento, recreación e integración social y comunitaria. Después de brindar el panorama macro, los expertos explicaron los criterios de elección de especies para una Ciudad súper edificada y expuesta periódicamente a eventos meteorológicos extremos. CUÁLES Y POR QUÉ “Los criterios de elección están condicionados por el sitio pensado para el árbol y por la función que vaya a cumplir en ese espacio público”, señalaron, para centrarse en los sectores más delicados en el contexto que nos ocupa, es decir, veredas y ramblas. “Si nos focalizamos en el arbolado público de las veredas, los principales criterios a tener en cuenta son el ancho de la vereda y la calle (ver gráfico en la página 21), ya que nos va a definir el ancho máximo de la copa de las especies a utilizar”, detallaron. Dos ejemplos de lo que “está bien”: los tilos de 20 y 55 y los jacarandás de la rambla de diagonal 73. “Se trata de especies de segunda a tercera magnitud (una altura de aproximadamente 5 a 10 metros), aconsejables para veredas de 5 a 7 metros de ancho”, especificaron los ingenieros. En ese grupo también entran el fresno americano, el dorado y el europeo; arce azucarado; lapacho rosado; acacia blanca sin espina; almez; castaño de la India; catalpa; parasol de la China; sófora, y tulipanero. Para veredas angostas (de 3 a 5 metros) son aconsejables árboles de tercera a cuarta magnitud (3 a poco más de 5 metros de altura), como la acacia de Constantinopla; ciruelo de jardín; crespón; paraíso sombrilla; pezuña de vaca; árbol de Judea, y arce. Y para veredas anchas, de más de 7 metros, ejemplares de primera a segunda magnitud (10 a más de 20 metros de altura), como el liquidambar; los característicos plátanos; el roble americano y el europeo, y la tipa. NO SEÑOR Entre las especies no adecuadas para veredas se encuentran el eucaliptus, el ficus, el gomero, los pinos y cipreses, los cedros, las palmeras, los sauces, los álamos y las araucarias. “Encontramos un claro ejemplo, entre otros, en el gomero situado en la calle 41 entre 4 y 5. Es un árbol grande, de primera magnitud (puede alcanzar los 30/40 metros de altura o más), es perenne y sus raíces sí o sí levantarán la vereda. Esta especie es ideal para espacios abiertos”, dijo Pablo Frangi. Un motivo de queja entre muchos vecinos y vecinas. “La culpa no es del árbol. Por eso insistimos en que los criterios de elección de especies para zonas urbanizadas deben estar guiados por la relación entre la magnitud natural del ejemplar y el sitio donde se lo planta”, reiteraron los expertos. Frangi explicó que “un modo sencillo de abordar ese tema pasa por imaginar el volumen radicular del árbol (las raíces en su conjunto) comparándolo con lo que está a la vista. En otras palabras, aquello que vemos, o sea, tronco y copa, tiene un correlato aproximado bajo tierra”. Una fórmula simple a la hora de elegir un árbol para plantar en la vereda. “Las raíces son una parte vital del árbol y por lo tanto, aunque no las veamos, constituyen un elemento a tener presente a la hora de la elección de especies. Algunas pueden tener hábitos de desarrollo radicular que restrinjan su elección. Raíces gemíferas que proliferan e invaden la vereda, tendencia a obstruir cañerías donde circule agua, o crecimiento excesivo o superficial de raíces que pueda afectar a la vereda o al ejemplar al no soportar el confinamiento de raíz en superficie”, ampliaron Sceglio y Roussy. “También hay que pensar en las cazuelas. Es muy común observar algunas muy pequeñas para ejemplares importantes”, observaron los agrónomos especializados en paisajismo. ¿Las palmeras son aconsejables para las zonas fuertemente urbanizadas? “No. Si bien no sufrirán las ráfagas de viento que trajeron consigo las tormentas severas, sencillamente porque es un árbol adaptado al viento, cuando se planifica y se gestiona el arbolado urbano hay que tener en cuenta que una vereda tiene funciones y que los árboles deben adaptarse a ellas. Por ejemplo, tienen que dar sombra, y la palmera da muy poca. No deben entorpecer el andar de los vecinos ni la circulación de los vehículos, así como no interferir con el cableado, y esa especie, por su altura, va a interferir irremediablemente con el cableado. Para colmo, no se la puede podar”, indicó. SÍ, PERO ALLÍ NO Los expertos pusieron un ejemplo de una especie apta para el arbolado urbano pero “mal ubicada”. “En la rambla de diagonal 74, entre 1 y 7, hay ejemplares de paraíso sombrilla. Como su nombre lo indica, tiene una silueta semejante a una sombrilla o paraguas, y su altura es baja. Por lo tanto, sus ramas crecen naturalmente hacia los costados y caen a la altura de las calles. Así las cosas, se los vive mutilando, y por ende dejándolos expuestos a enfermedades, porque de lo contrario no pueden circular los vehículos. Fundamentalmente los colectivos”, realzó. Finalmente, Frangi remarcó la “importancia de destacar que una de las medidas de mitigación del impacto del cambio climático es, justamente, el incremento de los espacios verdes y del arbolado urbano. Claro que ello debe partir e ir acompañado de políticas públicas”, subrayó. “Poner en valor los múltiples servicios ambientales de la vegetación urbana, su planificación, gestión y adecuado mantenimiento es una responsabilidad de todos”, concluyó.

 

Fuente: https://www.eldia.com

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