Nuestra Señora de París

«Es una vieja dama en peligro: Nuestra Señora de París viene de festejar sus 850 años con gran pompa pero, si bien la fachada continúa siendo majestuosa, el traspatio está en condiciones penosas. A tal punto que el arzobispo alerta a los franceses y lanza un llamado pidiendo donativos para reunir al menos 100 millones de euros en los próximos 20 años. “Se han constatado graves degradaciones (caída de las gárgolas, pináculos arruinados) resultado de un lento proceso que no respeta ninguna parte de la catedral, según se puede leer en el sitio del monumento. El estado de la catedral de Nuestra Señora ha llegado a un punto en el que sus estructuras pronto no podrán cumplir con su papel y amenazarán la estabilidad misma del monumento, sin hablar de la pérdida definitiva de las decoraciones escultóricas.»

Así iniciaba una nota de Le Point publicada el 1º de junio del 2017. Casi 200 años antes, cuando Victor Hugo publicó Nuestra Señora de París en 1831, escribió:

«Sin duda, aun hoy la iglesia de Nuestra Señora de París es un edificio majestuoso y sublime. Pero, por bello que se conserve al envejecer, es difícil no suspirar, no indignarse frente a la degradación, las demasiadas mutilaciones a las que simultáneamente el tiempo y los hombres han hecho sufrir a este venerable monumento, sin respeto por Carlo Magno, quien colocó la primera piedra, ni por Felipe Augusto, quien colocó la última. Sobre la cara de esta vieja reina de nuestras catedrales, junto a una arruga hay una cicatriz. Tempus edax, homo edacior. Lo que me atrevo a traducir así: el tiempo es ciego, el hombre es estúpido.”

 

 

El orden seguido en la construcción de Nuestra Señora de París.

 

Según la cronología elaborada por Caroline Bruzelius, tras la colocación de la primera piedra al rededor del año 1163 —fecha probablemente apócrifa o simbólica, dice—, la obra inició con la construcción del coro, de afuera hacia adentro. En 1177 el coro se había completado, a excepción de las bóvedas. “Una vez que las columnas y las bóvedas de las naves del coro estaban en su sitio, se prosiguió con las tribunas. Por lo que sabemos de otros monumentos, se construía el muro exterior antes que el interior.” De la construcción de la nave, Bruzeluis dice que hay cierto grado de experimentación en el lado sur de la nave, por lo que es anterior al norte. Se debe haber comenzado cuando ya se avanzaba en la construcción del coro. “Para avanzar lo más rápidamente posible en la construcción de la iglesia, es probable que a los constructores se les encargara disponer el desplante de la nave desde un principio.” La construcción de la fachada inició cuando aun no se concluía la nave. “La fecha más segura para la fachada la proporciona la destrucción de varias casas que pertenecían al Hôtel-Dieu, en la esquina sureste del atrio, en 1208.” La galería del nivel superior al rosetón se empezó a construir entre 1235 y 1240. La construcción de las torres terminó en1240, para la sur, y 1245, para la norte. La fachada norte del transepto es de 1258 y la sur de 1256. El techo sobre las bóvedas de piedra, construido con una estructura de postes de madera de roble y recubierto al exterior con 1326 láminas de plomo, de medio centímetro de espesor, se construyó alrededor del año 1170 y, por segunda vez, entre 1220 y 1240.

Pero la construcción, reconstrucción y, también, la destrucción de un edificio como una catedral no terminan acaso jamás. En 1771, Soufflot quita el pilar que dividía el acceso del portal central pues estorbaba las procesiones. En 1792, tras la Revolución, se desmonta la flecha que coronaba el transepto. Entre 1812 y 1830, antes de la publicación de Nuestra Señora de París, se realizan varias intervenciones y poco después se emprende una amplia restauración del templo, a cargo de los arquitectos Jean-Baptiste Lassus y Eugène Viollet-le-Duc. En 1843, Lassus y Viollet-le-Duc publican un Reporte al Ministro de Justicia y Cultos, anexo al proyecto de restauración. “Al encargarnos la redacción del proyecto de restauración de la catedral de París, nosotros no disimulamos ni la importancia de la tarea que tuvo a bien conferirnos ni la gravedad de las cuestiones y dificultades que tendremos que resolver.” Los arquitectos dicen aceptar los principios vigentes para la conservación de monumentos: “no hay que restaurar; sostengan, consoliden, remplacen, como en el arco de Orange, la piedra enteramente gastada por piedra nueva, pero guárdense de tallar molduras o esculturas.” Pero los aceptan sólo para “una ruina curiosa sin destino y sin utilidad actual,” no para “un edificio cuya utilidad es aun tan real, tan incontestable hoy como el día en que fue terminado.”

 

Nuestra Señora de París, 1851. Fotografía de Henri Le Secq.

 

La restauración se inició en 1845 y se terminó nueve años más tarde. Viollet-le-Duc repuso la flecha derribada a finales del siglo XVIII. O, más bien, una nueva, producto como todos sus ejercicios de restauración tanto de su conocimiento como de su invención. En la fachada remplazó más de 60 estatuas dañadas. Uno de los mayores problemas con los que según los mismos arquitectos se enfrentaron fue la restauración de las ventanas de las galerías. Ahí no se trataba sólo de reparar daños causados por el tiempo o los hombres tras la construcción sino durante la misma: “esas ventanas no pertenecían a ningún estilo”, se trataba de “una construcción provisional” que ya a los arquitectos del siglo XIV “habían chocado por su fealdad.” Por tanto, dicen, pensaron “que en nuestros diseños era conveniente remplazar esas feas aberturas por ventanas en armonía con el estilo general de las fachadas, si no fuera más que para facilitar la solución a esta difícil cuestión.” Viollet-le-Duc restuaraba así una lógica ideal antes que una construcción material existente.

Es probable que Le Corbusier hubiera pensado que ese proceder no era suficientemente radical. En el texto que cierra su libro L’Art décoratif d’aujourd’hui, publicado en 1925, escribió:

«Tuve el fervor de la “construcción”. Pasaba tarde enteras en Nuestra Señora de París, cargando un enorme llavero del Ministerio de Bellas Artes. Conocí los menores rincones de la catedral hasta la extremidad de las torres, los pináculos y los arcos botantes. Fue para mí la epopea gótica. Pero la admiración que gustoso tuve por la forma y la poética góticas se replegaron a la estructura. Hoy, me siento conmovido ante la belleza aparente del plano de una catedral, y estupefacto ante la pobreza aparente de la obra misma. La planta y la sección góticas son magníficas, destellos de ingenio. Pero su verificación no la aporta el control de los ojos. Deslumbrante apogeo del ingeniero, derrota plástica.»

Unos años antes, cuando en 1914 la catedral gótica de Reims sufrió un incendio debido a los ataques alemanes durante la guerra, Le Corbusier le escribió a William Ritter, su mentor y confidente:

«Estoy profundamente perturbado por el espectáculo de esas piedras caídas. Reims destruida. Todo lo que tuve que hacer fue consultar imágenes de esta única, inefable nave de gloria en la fantástica estructura de sus piedras para sentir un odio decidido, de algún modo equivalente a la tristeza que usted debe sentir. ¡Le prometo que mi alma de arquitecto sufre!»

 

El lunes 15 de abril un incendio destruyó gran parte del techo de Nuestra Señora de París, incluyendo la flecha del transepto que repuso Viollet-le-Duc. Durante varias horas muchos en muchas partes seguimos el avance del fuego, en vivo, en múltiples vistas. El desplome de la flecha fue grabado desde varios ángulos. Vimos a los parisinos gritar, llorar y rezar. Muchos los acompañaron desde el otro lado del mundo. Algo que seguramente haría replantear a Victor Hugo su ceci tuera cela, esto matará aquello, en referencia a que el libro impreso había sustituido el poder de la arquitectura como registro y, sobre todo, medio de comunicación. Pero ese es otro asunto. Durante el incendio, se esperaba lo peor. Algunos declaraban ya una pérdida total. Cuando por fin logró controlarse el fuego, se dijo al contrario que la estructura de piedra seguía en pie prácticamente en su totalidad y no en malas condiciones, pese a la gravedad del daño. Emmanuel Macron, presidente de Francia, y Anne Hidalgo, alcalde de París, ya anunciaron la inminente reparación. François-Henri Pinault, que con su familia ocupa el sexto lugar entre los más ricos de Francia, con una fortuna que supera los 30 mil millones de euros, anunció que donará 100 millones para el fondo de la reconstrucción. La historia de este edificio que empezó en 1163, o antes, no ha terminado.

 

Fuente: https://www.arquine.com

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